Viviendo con el enemigo: más de mil casos de incesto revelan tragedia oculta en RD




Los hogares dominicanos siguen siendo uno de los lugares más peligrosos para muchos niños, niñas y adolescentes. Entre 2017 y 2022, la Procuraduría General de la República registró 1,154 casos de incesto, una cifra que, más que una estadística, es un retrato de un país que sigue fallando en proteger lo más básico: la infancia.

No se trata de casos excepcionales ni de monstruos aislados. Se trata de una violencia estructural, repetida, sostenida en el tiempo y, en muchos casos, amparada por el silencio. Desde Santiago hasta Monte Plata, pasando por Santo Domingo, La Vega o el Distrito Nacional, los expedientes se acumulan como si fueran simples números. Pero cada uno representa una familia fracturada, una confianza destruida, una vida marcada para siempre.

En 2017 se reportaron 69 casos. Al año siguiente, 179. En 2019, la cifra se disparó a 333, el pico más alto de todo el período.

En 2020, año de confinamientos por la pandemia, hubo 189 casos, seguido por 234 en 2021 y 150 en 2022. Cada cifra tiene su explicación, pero ninguna justificación.
En total, 1,151 denuncias. Pero nadie se atreve a decir cuántos más ocurrieron en silencio. Porque el incesto, a diferencia de otros crímenes, vive en el secreto, se alimenta del miedo, de la culpa inducida, del chantaje emocional.


En muchos hogares, los abusadores son el padre, un tío o un abuelo quienes abusan sexualmente de los niños que se suponen deben proteger.
Las provincias con mayor número de casos Santiago con 198 casos, Santo Domingo 184, San Cristóbal, 143, y La Vega, con 74.

Siguen el Distrito Nacional, con 65 casos; Monseñor Nouel, 53; Monte Plata, 44; El Seibo, 41; San Pedro de Macorís, 29; y Santiago Rodríguez, 26.

En la mayoría de los casos, el agresor no es un extraño. Es alguien que comparte la mesa, los espacios íntimos, las fotos familiares. Y esa cercanía es lo que convierte al incesto en un delito tan complejo de perseguir y tan fácil de encubrir.

Detrás de cada caso hay una historia rota. Una niña que dejó de jugar, un niño que dejó de confiar. Hay madres que dudaron, vecinos que no quisieron ver. Y también hay valientes que denunciaron, profesionales que intervinieron, y sobrevivientes que, con el tiempo, han podido contar lo que nunca debieron vivir.
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