La crónica periodística: un género tan polémico como imprescindible

 


POR MILCIADES ENCARNACION

(Primera parte)

La crónica no nace con el Periodismo sino que este aprovecha una tradición literaria e histórica de largo y espléndido desarrollo para adaptarla a las páginas de la prensa, apunta el profesor español Juan Cantavella al recordarnos su origen, huella que le acompaña a pesar de la amplitud temática de sus objetos de información y la especificidad que ha ido adquiriendo como género periodístico.


 No se puede olvidar tampoco que en las primeras décadas del siglo XIX los periodistas denominaban como crónica a cualquier noticia y que los historiadores así eran llamados desde la Edad Media. “Cuando el periodismo se convierte justamente en periódico (…) el antiguo cronista, recolector de ‘aquello que pasó’ se traslada a la especialización periodística para convertirse en periodista”


 Literatura e Historia son los típicos compañeros de viaje en el itinerario de un género del cual no pueden prescindir los medios de comunicación no sólo por su maleabilidad estructural y expresiva para abordar lo humano y lo divino, sino también por su capacidad de dar cuenta de los sucesos al tiempo de valorarlos como lo exige el auténtico Periodismo: con la urgencia de la inmediatez, la objetividad del testimonio y la calidad literaria de la redacción.


 Polémico este género,”abierto, diverso en sus esquemas, que continúa mereciendo la atención de los especialistas: en el último número de la revista española “Estudios sobre el mensaje periodístico”, que edita la Universidad Complutense de Madrid, encontramos cuatro trabajos dedicados a la crónica (4), y en un voluminoso texto publicado en el 2004 ocupa un capítulo firmado por el profesor Juan Cantavella, uno de sus más importantes estudiosos.


 De su origen histórico-literario hereda la crónica periodística atributos que le permiten recrear la realidad sin violar la veracidad de los hechos . De esa herencia se recoge también la exigencia de que el periodista haya presenciado o escuchado de fuentes confiables los hechos que cuenta, elemento que hasta nuestros días confiere a la crónica determinada jerarquía entre los restantes géneros. Lo que trasmite el cronista es de primera mano, visto y oído; la detección de la arista singular, del latido interior de un tema, de un acontecimiento, de una persona.


 Pero, como ya se sabe, no es aconsejable la afirmación rotunda en materia de géneros periodísticos. La presencia del cronista en el lugar de los hechos, al igual que en el reportaje, puede ser sustituida por el registro de fuentes orales o documentales irrefutables, y, en todos los casos, con el añadido de la visión personal del narrador.


 Cuando no es posible mantener el supuesto de “la presencia viva del cronista en las escenas que se relatan”, será arte mayor hacerlo de modo indirecto para crear así una ilusión de realidad.


 Pongamos como ejemplo paradigmático el de José Martí, quien no siempre estuvo presente en el escenario de los hechos sobre los cuales escribió extraordinarias crónicas para periódicos hispanoamericanos de su época , ejercicio notable de su capacidad descriptiva y narrativa, como expresa Pedro Pablo Rodríguez, uno de los más reconocidos estudiosos de la obra martiana, quien califica a las crónicas del Apóstol sobre Estados Unidos como “uno de los casos más notables en lengua española de ese género enigmáticamente limítrofe entre el periodismo y la literatura.”


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